La
mayor
parte
de
los
delitos
son
causa
de
la
palabra
desafortunada
fruto
de
la
ignorancia
del
pueblo.
Fue
esto
lo
que
a
partir
de
1525
le
dio
mucho
trabajo
al
Santo
Oficio.
La
actitud
de
los
inquisidores
hacia
la
blasfemia
destilaba
desprecio.
De
la
Inquisición
se
conservan
594
casos
en
sus
archivos
que
tratan
de
esta
falta.
En
1539
cuando
el
inquisidor
Olivas
visitó
el
señorío
de
Vizcaya
trajo
consigo
69
procesos
de
blasfemia,
siendo
de
los
mejores
representados.
Solo
presenta
la
cuarta
parte
de
las
causas
juzgadas
por
la
Inquisición
de
Calahorra
de
1556
a
1550
más
que
de
otros
delitos
de
desviación
de
la
ortodoxia
católica
como
el
mahometanismo
o
la
superstición
entre
otros,
de
los
cuales
llegan
menos
del
10%.
La
mayoría
de
los
juzgados
por
el
tribunal
por
blasfemar
van
de
1530
a
1550
con
una
ruptura
en
1560
que
llevó
a
la
decadencia
de
los
casos
y
de
los
procesos
como
si
se
considerasen
un
mal
menor.
A
partir
de
1560
se
despachaba
a
los
acusados
pro
esta
mala
práctica
en
cuestión
de
minutos
siendo
llamado
el
acusado,
nombrando
a
los
testigos
que
se
hallaban
en
el
lugar
del
delito
y
leyéndose
la
denuncia
que
uno
de
ellos
había
expuesto,
mostrando
al
castigado
en
caso
de
que
lo
reconozca
a
que
cumpla
una
penitencia
y
ore,
recomendándole
tener
cuidado
la
próxima
vez
y
con
una
multa
económica
acorde
con
los
recursos
del
procesado.
La
mayoría
de
las
veces
se
esperaba
a
que
el
acusado
se
denuncie
así
mismo.
También
hay
procesos
que
duraron
semanas
y
meses
y
otros
que
acabaron
con
ingresos
en
prisión.
Pero
la
mayoría
son
breves.
La
blasfemia
también
era
un
ritual
en
su
empleo.
Puede
ser
indicio
de
pertenencia
a
un
grupo
como
es
el
caso
de
los
nobles,
siendo
de
los
más
habituales,
hay
que
destacar
el
caso
del
Conde
de
Saldaña,
condenado
a
pagar
12
ducados
por
renegar
de
Dios
en
varias
ocasiones.
VIDEO
También
era
una
fórmula
que
se
empleó
en
casos
de
jugar
al
dinero
o
en
último
lugar
en
casos
de
cólera
o
desesperación.
El
blasfemo
derribaba
radicalmente
todo
un
sistema
del
mundo
situándose
al
lado
de
los
enemigos
de
la
fe
y
por
ello
se
ve
justificada
la
intervención
de
la
Inquisición.
La
Inquisición
tuvo
que
conquistar
su
jurisdicción.
La
medieval
juzgaba
a
los
blasfemos,
pero
al
nueva
intentó
retomar
el
papel
pero
se
llevaron
quejas
recomendándole
actuar
con
los
judaizantes
y
herejes,
instrucciones
limitativas
del
rey
de
las
Cortes
de
Monzón,
para
que
dejara
los
cosos
de
blasfemia
en
manos
de
los
tribunales
ordinarios.
Pero
a
la
Inquisición
le
correspondió
la
blasfemia
herética,
lo
cual
no
supuso
una
distinción
y
en
el
siglo
XVI
juzgaba
todo
los
casos
sin
preocuparse
por
los
límites,
tomándoselo
como
una
actividad
complementaria.
Pero
eso
supuso
que
entrar
en
contacto
con
el
Santo
Oficio
era
una
justicia
tranquilizadora
y
familiar
que
a
su
vez
se
validó
para
conocer
a
los
cristianos
viejos.
Hay
desproporción
en
la
pena
que
impone
la
legislación
civil:
arrancar
la
lengua,
azotes
y
destierro
como
a
finales
del
siglo
XV,
prisión
y
látigo
por
decir
que
no
creía
en
Dios,
con
el
consiguiente
horadamiento
de
la
lengua
o
a
las
primeras
reincidencias
con
condenas
en
las
galeras
en
la
década
de
los
60
del
siglo
XVI.
Un
mes
de
prisión
a
la
primera
nadería
y
si
había
suerte.
Después
de
1560
las
sentencias
se
agravan,
llegándose
a
castigar
algunos
delitos
de
blasfemia
con
varios
años
en
las
galeras.
Posiblemente
movido
por
el
influyo
de
la
guerra
que
Felipe
II
estaba
planificando
en
el
Mediterráneo
contra
el
enemigo
turco-berberisco.
A
principios
del
siglo
XVII,
la
mitad
de
trece
blasfemos
de
Sevilla
abjuraron
de
levi ,
cosa
rara
antes
de
1560,
lo
cual
indica
que
los
inquisidores
se
tomaban
el
asunto
más
en
serio.
Pero
también
hay
desproporción
entre
las
penitencias
que
el
Santo
Oficio
impone
y
la
gravedad
teológica
de
la
blasfemia
que
es
una
injuria
a
la
divinidad,
ya
que
según
Fray
Luís
de
Granada
en
su
Guía
para
pecadores
tomó
la
blasfemia
como
el
más
grave
de
todos
los
delitos,
viéndola
como
una
infidelidad,
agravada
por
el
consentimiento
de
la
voluntad
y
de
la
expresión
en
palabras.
Un
ejemplo
de
proceso
leve
y
grave:
El
caso
de
Catalina
Díaz
es
un
ejemplo
de
caso
leve.
Era
una
vecina
del
pueblo
de
San
Juan
de
los
Caballeros,
Toledo,
que
tenía
32
años.
Se
le
sometió
a
un
interrogatorio
en
él
se
le
preguntó
si
era
cristiana
vieja
y
ante
su
afirmación
se
le
pidió
que
orase
para
probar
que
así
era
y
lo
hizo
correctamente.
Al
no
tener
costumbre
de
blasfemar
y
de
declarar
que
todo
fue
fruto
de
la
cólera
y
de
su
disculpa
pidió
penitencia,
que
le
fue
concedida
debiendo
escuchar
misa
rezada
y
recitar
tres
padresnuestros
y
tres
avemarías
en
honor
de
la
Santísima
Trinidad.
No
fue
esa
la
suerte
que
corrió
un
tal
Asiani
de
Olite,
Navarra,
al
que
la
Inquisición
condenó
en
1573
a
la
abjuración
de
vehementi ,
a
50
ducados
de
multa
y
a
5
años
de
galeras.
La
causa
fue
renegar
de
Dios,
decir
que
daba
su
ánima
al
diablo,
que
comparaba
al
inquisidor
con
los
enemigos
de
la
fe
y
que
asemejaba
los
conventos
a
los
burdeles.
Hoy día, la blasfemia es algo extendido y permitido.
VIDEO